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Separando la paja del trigo: ¿Sirven los libros de AUTOAYUDA?

Separando la paja del trigo: ¿Sirven los libros de AUTOAYUDA?

Los libros, sin duda alguna, pueden ser peligrosos – si no me creen, pregúntenle a alguien a quien se le hayan caído encima los setenta y dos tomos de la Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa-Calpe. Pero, ¿puede un libro también brindar ayuda terapéutica?

Me refiero, claro está, al espinoso tema de los libros de autoayuda. Ocupando un espacio cada vez mayor en las librerías, nos prometen la solución a todos los problemas humanos concebibles, desde cómo hacerse rico en un mes hasta cómo salir de la depresión, pasando por instrucciones para hacer el mantenimiento de su automotor y cómo cortarle las uñas a su gato (según parece, sólo hay una manera: con gran dificultad). Pero los que aquí nos interesan son los libros de autoayuda referidos a problemas psicológicos, y volvemos a la pregunta que formulamos antes: ¿curan? La respuesta a esto está en una famosa cita de Jesse Pinkman: «¡ciencia!».

Ordenando los tantos

En primer lugar, necesitamos acotar la pregunta. Preguntar “¿curan los libros de autoayuda?” es similar a preguntar “¿cura hablar con otra persona?”, en tanto la respuesta será la misma: depende. Si uno está deprimido, quizá encuentre que no es lo mismo hablar con un terapeuta que con un odontólogo, aún cuando ambos pertenezcan al género humano (cosa que dudo de mi propio odontólogo). Y es que no todos los libros de autoayuda son iguales; lo que se suele denominar “autoayuda” es un género, y no es muy inteligente emitir juicios globales acerca de todo un género literario.

Borges decía que un poeta debe ser juzgado por lo mejor que ha escrito, y siguiendo esa admonición, vamos a observar lo mejor que el género “autoayuda” tiene para ofrecer. Hay libros de autoayuda psicológicos que relatan experiencias de vida; otros que comunican la revelación de su autor; otros parecieran estar escritos en un estado de severa intoxicación alcohólica.

Pero hay otros que han sido escritos por profesionales de salud mental, basados en teorías sólidas, libros cuya utilidad ha sido investigada. En psicología se denomina “biblioterapia” a los tratamientos cuyo principal vehículo consiste en leer un determinado libro o manual de autoayuda. A veces se denomina a estos abordajes“intervenciones autoadministradas”.

Las investigaciones en biblioterapia se suelen realizar reclutando pacientes con una sintomatología específica – ansiedad y depresión, por ejemplo -, a los cuales se les asigna un libro para leer y aplicar durante un período de tiempo; antes y después de trabajar con el libro se toman determinados tests psicológicos, se mide la adherencia al tratamiento (es decir, qué tanto el libro fue leído y aplicado), y en algunos casos se compara esos resultados con grupos control, o incluso con los resultados obtenidos por una psicoterapia cara a cara. También por lo general una vez terminado el período del estudio (alrededor de 3 meses), se realiza un seguimiento después de algunos meses o años.

Los datos

Los resultados de las investigaciones varían. Después de todo, lo que se denomina autoayuda tiene numerosas variables: tipo de sintomatología y gravedad, por ejemplo. Algunos tratamientos se realizan con un contacto terapéutico esporádico (por ejemplo, un psicólogo chequeando el progreso una vez por mes), mientras que otros utilizan exclusivamente el material sin contacto con un profesional. Finalmente, varía el formato: algunos materiales son puramente impresos, otros incluyen recursos multimedia como audio y video. Por eso lo que vamos a revisar son meta-análisis, es decir, investigaciones que se realizan analizando los resultados de varias otras investigaciones, de manera de darle sentido a una gran cantidad de datos. Veamos:

Un meta-análisis de Hirai & Clum (2006), en el cual se analizaron 33 estudios que testearon intervenciones de autoayuda para ansiedad encontró que las intervenciones fueron “moderadamente efectivas” para ansiedad cuando se compararon con grupos control, y este efecto parece sostenerse tanto a corto plazo (1-4 meses), como a largo plazo (más de 6 meses). En este mismo meta-análisis, si bien la terapia cara a cara resultó en general más efectiva, para ciertos trastornos –trastorno de pánico, por ejemplo- no hubo diferencia en eficacia entre las intervenciones de autoayuda y la terapia cara a cara.

Cuijpers (1997), analizó 7 estudios sobre biblioterapia en depresión unipolar –sus resultados sugirieron que la biblioterapia no es menos efectiva que el tratamiento cara a cara, si bien dado el reducido número de estudios este enunciado es tomado con cautela.

Marrs (1995), por otro lado, encontró que las intervenciones de autoayuda resultaron más útiles en ciertos problemas (asertividades, disfunciones sexuales, ansiedad), que en otros (obesidad, control de impulsos y dificultades en el estudio –me pregunto por qué sería menos eficaz una intervención que consiste en leer un libro cuando el problema consiste en dificultades para estudiar…). También sugiere que el contacto con el terapeuta mejora los resultados de la biblioterapia en algunos casos (problemas de ansiedad y tratamientos para pérdida de peso), pero no es necesariamente así en todos los casos.

Menchola y colaboradores (2007), en uno de los meta-análisis más recientes, incluyeron sólo investigaciones que utilizaron contacto mínimo con terapeutas (es decir, la mayor parte de la intervención consistió en trabajar sobre los materiales de autoayuda), y sus resultados sugieren que, si bien las intervenciones de autoayuda son mejores que no recibir tratamiento, sus resultados son inferiores a los de la terapia cara a cara.

La paja del trigo

La cantidad de meta-análisis sobre las intervenciones de autoayuda es grande; la cantidad de investigaciones que utilizan intervenciones de autoayuda es aún mayor. Revisarlas todas va más allá del alcance de este artículo, pero podemos arriesgar algunas conclusiones generales con cierta cautela: para algunos problemas, las intervenciones de autoayuda son mejores que nada; en algunos casos las intervenciones de autoayuda bien diseñadas pueden ser tan efectivas como un tratamiento cara a cara.

Las intervenciones de autoayuda no son una panacea ni mucho menos, pero pueden ser útiles en algunos casos.

El problema está en encontrar la aguja en el pajar. Los libros de autoayuda suelen enojar a los psicólogos, y con razón: en su gran mayoría son basura. Pero es fácil olvidar un par de cosas: en primer lugar, un libro es barato comparado con un tratamiento. En segundo lugar –y esto quizá resulte difícil de entender para los psicólogos de ciudades densamente pobladas-, no siempre es fácil acceder a un psicólogo. Argentina, por ejemplo, tiene el índice de psicólogos per cápita más alto del mundo –pero esto sólo es cierto en Buenos Aires; en algunos lugares del resto del país, conseguir un psicólogo es punto menos que imposible por un motivo muy simple: no hay.

Muchas veces, los libros de autoayuda buenos han surgido como una forma de dar respuesta a estas situaciones. Por ejemplo, “Sal de tu mente, entra en tu vida” de Hayes y Smith comenzó como una serie de cuadernillos para presos en Estados Unidos, una población enorme de personas que no pueden acceder a ningún tipo de ayuda psicológica. Yo mismo crecí en un lugar en donde había una psicóloga para 5000 habitantes, y la situación no era mejor en las poblaciones cercanas (la situación mejoró mucho: la última vez que pregunté habían 2 psicólogas). Aún hoy, cuando voy de visita, me suele pasar que alguien me hace una consulta sobre un problema psicológico y las sugerencias que puedo hacer son muy limitadas porque no hay suficientes opciones de tratamiento. Es entonces cuando la posibilidad de ofrecer un material que ayude, aún cuando no reemplace una terapia, se vuelve crucial.

La pregunta pica en un lugar difícil de rascar: ¿cómo ayudamos a las personas que por motivos económicos o geográficos no pueden acceder a una terapia cara a cara? O quizá la pregunta que pica es esta: ¿intentamos ayudarlos o no?

La cuestión entonces quizá pase no tanto por rechazar todo libro de autoayuda, sino más bien, por discriminar mejor: ¿qué libros funcionan, en qué medida, para qué pacientes y con qué problemas? Es provocador pensar que mientras los medicamentos que se proponen para problemas psicológicos tienen que demostrar empíricamente su eficacia para dichos problemas con ensayos controlados aleatorios, este requisito no suele aplicarse a los tratamientos psicológicos ni a los libros que se ofrecen para solucionar problemas psicológicos.

Quizá la mejor respuesta que podamos dar a estas situaciones no pase por condenar en masa todo lo que se denomine “autoayuda”, sino en separar la paja del trigo, prestar más atención y asegurarnos de ofrecer materiales que ayuden para lo que dicen ayudar.

Como cierre

La búsqueda de libros de autoayuda útiles no es fácil. Como dijimos antes, no son una panacea, pero pueden servir en algunos casos aislados. Hay algunos libros, tales como «Sentirse bien», de David Burns, o «Sal de tu mente, entra en tu vida» de Hayes y Samith, para citar un par de ejemplos, que tienen investigaciones que los respaldan como útiles para ciertos problemas psicológicos; pero sin duda la mayor dificultad en este terreno está en separar los libros de autoayuda dañinos de los libros de autoayuda armados a conciencia.

Como decíamos en la sección anterior, no hay regulaciones ni garantías, por lo que hay que usar cierto criterio al buscar. Estas son algunas pautas que si bien no garantizan nada, pueden ayudar a separar la paja del trigo (en parte se las robamos a Arkowitz y Lilienfeld):

  • Revisen las credenciales del autor. Haber aparecido en un programa de televisión no convierte a nadie en experto, y en general es preferible si el libro está escrito por un profesional de la salud mental debidamente acreditado. Investiguen si el autor ha realizado investigación, suele ser una buena señal.
  • Fíjense en las últimas páginas del libro, ¿cita investigaciones o bibliografía de referencia? Suele ser una buena señal si lo hace.
  • Revisen la orientación teórica del libro e intenten averiguar en qué se basan las afirmaciones y el abordaje que se propone; si bien no esto no es excluyente, la mayoría de los libros de autoayuda que han demostrado alguna utilidad pertenecen a las denominadas terapias cognitivo-conductuales. En general, es preferible que el libro tenga una orientación teórica reconocida y utilice principios psicológicos con evidencia empírica.
  • Escapen a los libros que ofrecen soluciones universales, globales y definitivas. Los libros que han funcionado usualmente se enfocan sobre problemas concretos, con sugerencias acotadas.

Todo esto, por supuesto, es meramente orientativo, ninguna de estas pautas asegura que el libro sea útil (como tampoco su ausencia asegura que sea inútil).

Y por favor, recuerden esto: los libros son sólo un soporte, no son útiles en todos los casos ni para todos los problemas. Si van a usarlos, háganlo con un grano de sal. Si el problema psicológico es serio, si las dificultades vitales son significativas, si hay ideación suicida, si hay conductas que ponen en riesgo la vida o integridad física, si mientras están con el libro las cosas empeoran o no parecen funcionar: busquen terapia con un profesional.

Artículo de Fabián Maero extraído de la revista digital Psyciencia.com

 

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